Es ya inevitable asociar la salud con la abundante ingestión de agua (mínimo 2 litros, 8 vasos diarios). Incluso, al parecer, beber agua permite mantener más fácilmente la línea. Pero ¿cuánto hay de mito y cuánto de verdad en estas ideas populares?
La primera sospecha surge cuando son precisamente las empresas de agua embotellada las que alimentan la idea salutífera del agua en abundancia. Las botellas de agua producen sólo en Estados Unidos un total de 1,5 millones de toneladas de desperdicios de plástico; un plástico que ha requerido 178 millones de litros de petróleo para ser fabricado. El plástico no es biodegradable, tardará cientos o miles de años en desaparecer. Y por si esto fuera poco, algunas aguas embotelladas ni siquiera son minerales sino filtradas, como Aquafina de Pepsi o Dasani de Coca-Cola.
El petróleo y el agua embotellada pronto rivalizarán por ser la mercancía cuyo comercio genera más dinero en el mundo; no en vano, el empresario multimillonario estadounidense Thomas Boone Pickens, que forjó su fortuna en las explotaciones petroleras de Texas, ahora, con 80 años a sus espaldas, ha visto donde está el verdadero negocio: comprar reservas de agua para luego embotellarla y venderla a precio de oro. Porque el agua embotellada, además, ya forma parte del estilo de vida más cool.
El ejemplo paradigmático lo constituye la Fiji Water, una marca que asegura que su agua procede de un acuífero bajo la selva de las islas Fiji, y que ya acompaña en todo momento a los ricos y famosos; y en Fiji, irónicamente, casi un tercio de sus habitantes no tienen acceso garantizado a agua potable.
Pero muchas de las aguas embotelladas que compramos a diario incluso pueden ser de peor calidad que las aguas que surgen de los grifos de nuestras casas.
Dicho esto, vayamos a los fundamentos científicos del mito. Un estudio realizado en la Universidad de Medicina de Dartmouth, en Estados Unidos, por ejemplo, echa abajo el mito. No existen pruebas fiables de que la ingestión de dos litros de agua diarios tenga un beneficio específico para la salud.
El especialista Heinz Valtin, considera que el propio cuerpo humano es capaz de mantener por sí mismo el equilibrio de agua necesario para el buen funcionamiento del organismo. Los alimentos y otras bebidas, como el café, también aportan agua que no suele computarse como agua bebida. Así que la mejor forma de saber si el agua que bebemos es sana para nosotros es beber agua sólo cuando tengamos sed.
El estudio también advierte de los posibles peligros que puede acarrear la recomendación universal de los 2 litros de agua: si consumimos más de la necesaria puede correr peligro nuestro riñón, ya que puede no ser capaz de excretar lo suficientemente rápido el exceso de líquido del cuerpo. Beber demasiada agua puede eventualmente causar inflamación en el cerebro, evitando que regule las funciones vitales que debe desempeñar, como la respiración, lo que causa la muerte. Y todos recordamos la noticia de la mujer que murió por beber demasiada agua en un concurso de la consola Wii.
Nuestro cuerpo está diseñado para mantener la cantidad adecuada de agua en el organismo a través de la hormona antidiurética y de la sed. Además, todas las encuestas al respecto aseguran que la mayoría de la población, presumiblemente sana, ingiere menos de dos litros de agua diarios
Vía | genciencia